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Like a fabuloso cadillac

martes, 5 de mayo de 2015

Nací en 1985, tengo la misma edad de Los Fabulosos Cadillacs (la banda, no sus integrantes). Y así, con 30, me encuentro con la revelación de que fue hace realmente poco tiempo cuando comenzó a apasionarme la literatura. Una vergüenza. Esto no significa que hace poco haya comenzado a leer, pero sí que hasta hace poco fue que comencé a entender cuanto tiempo he desperdiciado, cuantas lecturas he perdido.

Excusas hay muchas: mi pasión por la música –y mi capricho por acercarme a ella con pluma de periodista–, mi falta de concentración y mis obligaciones con otras labores. Pero la verdad es solo una: a esta altura de mi vida me avergüenza no haber leído obras que tendría que tener acumuladas en el saber. También, me preocupa que esta conciencia de mi ignorancia literaria no llegue a ser suficiente para recuperar, al menos una parte, del tiempo perdido.

Eso no significa que nunca haya agarrado un libro en la/mi puta vida. A los 12 me maravillé con la estructura de 'Crónica de una muerte anunciada' (aunque fue a los 30, cuando realmente vine a comprender la grandeza de esta) y también, con lo afables que me resultaban las lecturas de 'Doce cuentos peregrinos'. A los 14 me devoré varios libros de una colección llamada 'Torre de papel', cuyos autores ya ni siquiera recuerdo. Dos años más tarde 'El alquimista' y 'El caballero de la armadura oxidada'. Mi mayoría de edad llegó leyendo 'El tunel'. A los 19 'Ardiente paciencia', 'Operación masacre', 'Nunca más', 'Rebelión en la granja' y 'Plata quemada'. A los 20 'El juguete rabioso'.

Un año más tarde leí por encargo el trabajo de varios jóvenes universitarios, diezmados en la obra final por el nombre de un pedante director de cátedra de apellido Vallina. 'La mirada Polosecki', se llamaba la obra, un libro dedicado a un introspectivo periodista audiovisual que con su trabajo me cambió la vida. A los 25 'El libro de los abrazos', formidable regalo que me dio una querida amiga hace exactamente cuatro años, 1456 días, uno después de la muerte de mi padre. A los 27 leí 'Canciones argentinas', un texto escrito por un profesor de la facultad que disipó muchas dudas a la hora de avezarme a editar mi primer obra literaria; también, el ABC del rock del locutor colombo-alemán Manolo Bellon. Estudié mucho más para presentar 'Ximénez' de mi amigo Andrés Ospina en la ciudad de Armenia que lo que estudié para cualquier examen del colegio o parcial de la universidad, eso fue a los 28. Y así llegué a los casi treinta, descubriendo 'La mujer de tu prójimo', 'El oro y la oscuridad', 'La eterna parranda', 'Noticia de un secuestro', 'El hambre', 'Música para camaleones', “México insurgente' y varios libros más.

Varios libros más que ahora me parecen insuficientes, varios libros que sumarían un número un poco más justo si la disciplina que tengo ahora la hubiese adquirido a los 13.

Hay gente que vive hasta los ochenta o noventa años, con la suficiente lucidez para disfrutarlo. Y si, ese es mi consuelo.  

No me malinterpreten, siempre disfruté las lecturas, las historias, las palabras. Pero siento que es ahora, en la transición al tercer piso (ese periodo a veces preocupante que comienza unos años antes de cumplir la temida década adicional y finaliza cuando ya la tienes a cuestas y no hay lamento posible), donde realmente comienzo a sentir pasión por la literatura. Dónde me detengo en cada párrafo, en cada coma; dónde pienso en las múltiples formas de armar cada oración que leo; donde me maravillo con la contundencia de cada metáfora que brota de la cabeza de mis mentores y hasta de la de mis amigos; dónde me doy cuenta hasta qué punto he manoseado frases hechas creyéndome un pibe original. Una pasión por la literatura que más que revelarme que hay un mundo por delante, me golpea susurrándome al oído que dejé pasar un mundo atrás.

Si lo ponemos en términos cuántitativos, me quedan unos 40, quizá 50 años más. Los Rolling Stones cumplen 53 este año y aún no paran de tocar. Debe ser por eso que Los Fabulosos Cadillacs siguen tocando, siguen reuniendose, siguen dividiendose, siguen explorandose en la individualidad (Vicentico pasó de ser una mezcla entre Rubén Blades y Roy Paci, a convertirse en un fabuloso y auténtico wannabe de Dean Martin del nuevo milenio, en eso y en más que eso). Y sobre todo, siguen girando.

Los Rolling Stones; los integrantes que conforman el grupo, andan bordeando los 70. Y yo, tengo 30, la misma edad que Los Fabulosos Cadillacs.


Presentación

Si, ya sé que este año los he agobiado con algunas ideas que se quedaron en la nada ('Contra-adixiones', 'Pablito Wil Songs'). Pero creo que por fin, he encontrado algo que pienso hacer por mucho tiempo, que por fin he encontrado algo en lo que creo ser realmente bueno, algo que refleja el costado más sincero de mi. Y es por eso, que a partir de ahora, concentraré mi tiempo (o parte de este) en escribir columnas sobre mis defectos literarios; o no, más bien sobre mis falencias literarias. Sobre todo lo que no sé y lo que no sé que no sé. Por eso, este blog se llamará 'Aprehendiendo, ¡a escribir!' y será precisamente eso, un testimonio –ojala fiel– de mi paso por convertirme en alguien que escribe, y una motivación por el 'aprehendizaje' y la necesidad inquieta de estar todo el tiempo escupiendo palabras en espera de que algún día estas sirvan de algo. Adivinaron, www.aprendiendoaescribir.blogspot.com era un dominio ya ocupado, por eso el título del blog es –ahora– un juego de palabras.

Pero antes de continuar presentándoles la idea de este blog, me gustaría contarles algo, y ese algo es que aunque a quienes me leen en Facebook (mis amigos, mi familia, alguno que otro seguidor de mi trabajo) les cueste creerlo, estoy aprendiendo a valorar –y a atesorar– el silencio. Cada vez valoro más el reconocimiento de la ignorancia, del desconocimiento. Cada vez valoro más el tiempo lejos de aquel pulpo blanqui-azul, ese que en mi 'perfil' ya suma casi 5.000 tentáculos. Tentáculos que dicen “hola Pablito”, “parcero pillese mi banda”, “pibe, ¿cómo van las cosas en Bogotá?”, “cuándo viene”. Tentáculos laborales y afectivos de los que es bueno despegarse a ratos, y más, cuando a uno se le complica tanto eso que llaman disciplina, sobre todo a la hora de hacer los quehaceres personales. Ante todo eso pienso que tal vez apagar redes sociales sería una opción acertada. Sobre todo si tengo en cuenta que mi decisión de no opinar, no meterme y valorar el silencio; se va al divino carajo cada que veo un uribista que ignora crímenes de paramilitares, cada que veo a un vegetariano queriendo hacernos sentir como neardentales, cada que veo a Cristina Kirchner queriendo dar presentación a lo impresentable. Pero acá sigo, diciéndome a mi mismo que a veces es mejor no decir nada.

Creo que aprender a escribir es también un reconocimiento de los aciertos, y creo también, que algunos debo tener acumulados en esta etapa de mi vida. Así que este será también, un espacio para decirles a los chicos que recién comienzan y me piden consejos, cosas como que aunque la busqueda del estilo es un laburo esquivo y constante, siempre deben querer ser ellos mismos y –por lo menos intentar– evitar todo lo que parezca copia. Para decirles a esos chicos lo pelotudos que se ven cuando le preguntan a una banda cómo se llama su último disco, o a un escritor extranjero si le gusta la bandeja paisa. O incluso, que a veces las mejores preguntas salen de los datos más triviales. Porque allí en esa pregunta que los demás hicieron hasta el hartazgo, quizás haya alguna historia que nadie ha encontrado; o mejor aún, una historia que muchos quisieron contar y no encontraron cómo hacerlo.

Así que sean bienvenidos a este arrebato de ego llamado 'Aprehendiendo, ¡a escribir!'. Un lugar que espero les sirva para aprender qué es lo que se hace y lo que no se hace en el mundo de la escritura. Un lugar que construiré de a poquitos, y no porque sea experto en lo que hablo, sino porque comprendí que al igual que muchos otros, tengo algo que contar.

Y mucho por mejorar.

Por eso escribo, por eso escribo acá. En un blog que seguramente parecerá una burda copia de las columnas que hace Leila Guerriero, en un blog que –espero– algún día encuentre un estilo; o que al menos, sirva para algo. Me sirva para algo, les sirva para algo.
 

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